La publicidad
utiliza diferentes canales para llegar al cliente (imagen, sonido, palabras
escritas...). De esta manera podemos relacionarlo con otras actividades propias
de los humanos como el arte. La publicidad evoluciona gracias a las nuevas
tecnologías y los nuevos medios de comunicación. Los anuncios han evolucionado
a lo largo de los años: ahora podemos encontrarnos nuevos formatos más modernos
en internet pero, antiguamente, eran más frecuentes los textos en los
periódicos o los anuncios radiofónicos.
La literatura
también ha evolucionado con los años. Antiguamente se transmitía de forma oral,
el emisor hablaba y cantaba y el receptor escuchaba. Esto se debía en parte a
que la población era analfabeta, por lo que era más fácil llegar a más público
mediante el poder de la palabra. Hoy en día la literatura se entiende más bien
como algo escrito y, al igual que la publicidad, ha evolucionado con las nuevas
tecnologías. Cada vez son más utilizados los soportes digitales debido a sus
ventajas frente al formato físico: son más baratos, se transmiten fácilmente y
ayudan al medio ambiente.
Una de las diferencias más llamativas entre la literatura y la publicidad es el emisor. El emisor en la literatura es un elemento fundamental; al analizar una obra, tanto el creador como el propio texto cobran una gran importancia, es decir, se tiene en cuenta el contexto vital en el que el autor se encontraba al crear la obra. Sin embargo, en los textos publicitarios, el autor queda relegado a una figura que se asemeja a la del escritor fantasma en la literatura. En este caso, que el autor no sea conocido por el público no es relevante a la hora de transmitir el mensaje, lo que es realmente importante es el producto que se promociona. Por otro lado, en la literatura existen textos con autor desconocido. Un ejemplo es la famosa obra de El Lazarillo de Tormes. En este caso el autor es desconocido pero es debido a que el autor decidió ser anónimo por la crítica que hace de la iglesia católica y el carácter aparentemente biográfico de la obra.
Otra diferencia es que,
en la publicidad se trabaja por encargo, es decir, la publicidad no se realiza
de forma gratuita a las marcas y, en la literatura, el escritor trabaja creando
para sí mismo, sin encargos y no da rienda suelta a su creatividad, sino que
debe cumplir una serie de normas y requisitos. Además, la función de la publicidad
es apelativa. Informa y, sobre todo, convence, cosa que hace de una forma
indirecta para no generar rechazo por parte de los consumidores. Por otro lado,
en la literatura predomina la función expresiva, que depende de la visión que
el escritor tenga del mundo.
Por último, en cuanto a publicidad, lo primero en lo que se
piensa es en la comercial, la que nos llega desde la época de la Revolución
Industrial, pero no solo existe este tipo. La publicidad está muy presente también
en la religión, siempre intentando aumentar el número de adeptos o fieles
mediante su propaganda particular, lo cual es una prueba irrefutable de su
vinculación con la literatura.